En las alturas del Cristo Redentor

Jueves, 04 de Febrero de 2010 18:42
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EMOTIVA PARTICIPACIÓN DEL CLUB EMOTIVA PARTICIPACIÓN DEL CLUB
Invitados por la Escuela de Montaña del Ejército chileno, una delegación de nuestra Institución llegó hasta el Cristo Redentor, en el paso Los Libertadores, para asistir a la ceremonia de conmemoración del Cruce de Los Andes que realizaran los batallones patriotas a cargo de Gregorio Las Heras
Por Rafael Garetto L.

Imposible evitar que a cada tranco que el caballo daba sobre aquel camino de afiladas piedras, uno hiciera el ejercicio de imaginarse (o al menos intentarlo) lo que fue aquel glorioso Cruce de Los Andes.

La cordillera, los cerros, las quebradas, los manchones de nieve, las pendientes, los vientos, el frío y el calor eran los mismos o muy parecidos a los que hoy, 193 años después, veíamos y sentíamos. Sin embargo, la realidad era distinta, pues entonces no habían caminos, señalizaciones ni certezas; no existían celulares, teléfonos satelitales, gps, vehículos motorizados, mapas exactos, puentes, ni restaurantes junto a la ruta. Por el contrario, aquellos miles de héroes anónimos comandados por el teniente coronel Gregorio Las Heras, sin más acicate que un increíble espíritu de sacrificio y un hondo sentir libertario, atravesaron la cordillera más grande del mundo y una de las más altas, junto a su carga de armas, municiones, pertrechos y valentía, en un derroche de arrojo, que a muchos de ellos les costó la vida, con la única intención de liberar a Chile del dominio español.


Si bien el Ejército Libertador cruzó Los Andes por distintos pasos entre Copiapó y Talca, fueron las columnas a cargo de San Martín y O'Higgins (paso Los Patos) y de Las Heras (paso de Uspallata) las más gravitantes en los sucesos posteriores al cruce y luego que se unieran para avanzar hacia Chacabuco.


Hoy, al pisar esas montañas donde el aire se hace escaso y los rayos de sol son enfriados por cuchillos de viento, allí en medio de la nada, entre roca viva y cielo, entre rodados y deshielos, entre profundas quebradas y cañones eternos, es imposible no pensar en aquellos que quedaron allí para siempre, en sus mortajas de piedras, olvido y silencio.
 

Cada tropiezo del caballo y el resonar de sus cascos nos traen de vuelta al presente, donde la huella se tuerce y asciende en caprichosos recodos en busca de la cima lejana. El eco de improvisadas botas militares, el chirriar de cañones rodando sobre la roca viva y el resoplar de mulares exhaustos se agolpan en la mente de ocho jinetes embanderados que, sin más carga que la emoción, van al encuentro de la historia patria.
 

Ocho huasos que supieron del potente viento cordillerano que se enredaba en ocho banderas y en ocho sombreros que querían volar más allá de las cumbres, como si se tratara de un homenaje a nuestros héroes muertos. El sudor de los caballos olía como huele el esfuerzo y el paso cansino hubo que apurarlo para llegar a tiempo; arriba esperaban autoridades, bandas y militares; esperaba un Cristo y mil almas valientes que entre picachos  asomaban con sus ropajes raídos, un corvo en la mano y un sueño cumplido. Almas a las que les debemos tanto, almas de héroes que pese a ser tan nuestros, lamentablemente son tan desconocidos. Al menos, nuestros ocho jinetes llevarán por siempre ese recuerdo consigo y mantendrán el honor de haber andado esos caminos.
 

  • INVITACIÓN DEL EJÉRCITO  

Días antes que se realizara este homenaje a 4.000 metros de altura, el Ejército de Chile a través del Comandante en Jefe de la
2da. División, General de Brigada Bosco Pesse Quappe, tuvo la gentileza de cursar una invitación a nuestro Club para que una delegación concurriera a esta significativa ceremonia. Ello convocó la participación de los siguientes socios:

A pie:

Alfonso Tapia Menares, Sergio Lizana Muñoz, Humberto Muñoz Núñez, Manuel Rojas Bosh; Pedro Adasme Nuñez, Pedro Adasme Urzúa, Germán Muñoz Vilches y los invitados especiales Miguel Angel Moya Badilla, Patricio Meza Alvarez, Lucas Muñoz Aravena e Ignacio Pacheco.

Montados:
Manuel Célis Vallejos, José Muñoz Olguín, Héctor Rodríguez Ortega, Pablo Adasme Villalobos, Daniel Aguilar Ramírez, Amador Hernández Baeza, Rafael Garetto Loyola y el invitado Miguel Pacheco López.

  • EL VIAJE

A  las 4 de la tarde del día lunes 1 de febrero era la hora fijada para emprender el viaje en dirección al refugio cordillerano que mantiene en Portillo la Escuela de Montaña del Ejército.  Hasta ese punto se las enfiló con su carga de relinchos el camión de los Adasme, con Pedro al volante y José Muñoz de copiloto (acompañados de sus respectivos hijos). Minutos más tarde salieron tras ellos una caravana de tres vehículos que llevaban a los socios restantes. Horas después y luego de un largo camino, ya en el refugio, se unirían Amador Hernández, Manuel Célis y Daniel Aguilar, que salieron de Santiago casi al morir la tarde.

En esas instalaciones cordilleranas se bajaron los caballos, se encarparon y se les dio pasto y agua, quedando amarrados, a reparo del viento, junto a una de las naves del refugio. Arriba las noches son frías y el hielo baja por las laderas para recordarnos que estamos en la montaña.


El capitán Felipe Olea fue el encargado de recibir a la comitiva y ofrecer todas las facilidades para la comodidad de ésta. Así es como los huasos fueron conducidos hasta los dormitorios que invitaban a un buen descanso antes de comenzar la dura tarea del día siguiente. Sin embargo, aún no era hora de dormir y había que ir al "rancho" nocturno. Una vez que la delegación cenó fue invitada por el Director de la Escuela de Montaña, Crl. Camilo Vidal, al casino de oficiales, donde al fragor de unos agradables "combinados" se produjo una velada entrañable.


Las guitarras y voces de Pato Meza y Lucas Muñoz se apoderaron del cómodo local, concitando la atención de todos los presentes. En el lugar también se encontraban varios oficiales "montañistas" en retiro, que participarían de los actos de los días venideros y que se integraron rápidamente al improvisado canturreo.

...Y nos dieron las 10, y las 11, las 12 y la 1, y las 2 y las 3, ...y los huasos se fueron a dormir.


El amanecer entre montañas tiene otro sabor, otro olor y otros sonidos. Allí sabe a altura, huele a frío y se escucha el silencio. Los primeros rayos de sol pintan de oro los picachos de nieve y su luz cae con la cadencia de un artista sobre cañones y quebradas desnudas.


La diana fue a las 6 de la mañana y hubo que ir a dar de comer y beber a los caballos, para luego ir al desayuno. Apenas concluido el café se ensillaron los caballos y se cargaron en el camión que los trasladaría kilómetros más arriba, para bajarlos casi en la puerta del túnel que nos separa (o nos une) con Argentina.

Más demoró el camión en aculatarse junto a un montículo, que lo que tardaron los ocho jinetes en estar sobre sus mancos. Cada uno con una bandera chilena en la mano, y en la otra las riendas. Así, los jinetes emprendieron el trayecto de casi 10 kms. cuesta arriba.

El camino serpenteante y ascendente parecía escabullirse en interminables curvas que vadeaban los enormes cerros. Poco a poco, a medida que comenzaba a escasear el aire fue apareciendo el viento que con furiosas ráfagas intentaba arrebatar banderas y sombreros a los viajeros. Tras una hora de marcha los ollares de los mancos acusaban el cansancio, mientras que las miradas de sus jinetes se deslizaban por el camino empedrado buscando el alivio del próximo paso. A lo lejos, allá muy abajo, todavía se alcanzaba a divisar el camión de los caballos que quedó a la espera del regreso, pero luego de una curva y debido a lo intrincado del camino, se perdió de vista definitivamente.


Poco a poco el viento se fue enredando entre banderas, crines y sombreros y a cada metro que se ascendía más potente se hacían sus caracoleos.


Dos paradas hubo en el camino para acomodar monturas y aperos. La última de ellas fue cuando ya se divisaba el Cristo a lo lejos. Arriba esperaba un gran contingente que encabezaban los generales Bosco Pesse Q. (Chile) y Julio Cayetano P. (Argentina), representando a ambos ejércitos y a la columna de soldados que estaban realizando la travesía de Los Andes,  además de  autoridades civiles como el Intendente de la Región de Valparaíso, don Iván de la Maza; el gobernador de la provincia de Mendoza, don Celso Alejandro Jaque; el gobernador (s) de Los Andes, don Marcos Lorié;  el alcalde de Los Andes, don Mauricio Navarro; e invitados, tales como el presidente del Instituto O'Higginiano, don Pedro Aguirre Charlín.  Esto por contar a algunas personalidades, porque la verdad es que había mucha gente, como se pude apreciar en el video.


Antes que los jinetes del club tomaran ubicación en el lugar destinado para ellos, hubo tiempo para un café mientras se esperaba que llegaran los vehículos con las últimas autoridades e invitados; entre ellos los huasos de infantería del Gil Letelier, que subieron en un minibus del Ejército.


Para situarnos físicamente en el lugar debemos tomar la estatua del Cristo Redentor como referencia.  El Cristo mira hacia el norte y frente a él existe una explanada que no supera la media hectárea. Las autoridades se ubicaron mirando hacia el Cristo, con dicha explanada de por medio, en tanto que las bandas militares y el contingente militar se ubicaron al este (argentinos) y al oeste (chilenos). Por su parte todos los estandartes militares estaban ubicados en una línea junto al Cristo Redendor. En tanto que el viento estaba alojado en las banderas y bajo los sombreros inquietos.
 

Junto a las autoridades estaba el podio de alocución, donde los generales Pesse y Cayetano hicieron uso de la palabra, ambos subrayando la importancia de la travesía que hiciera por ese mismo lugar el coronel Gregorio Las Heras, junto a un elevado contigente de soldados, hace 193 años atrás.


Después de los himnos nacionales de ambos países y de los discursos, los capellanes del ejército chileno y argentino bendijeron los estandartes y a los miembros de las columnas que estaban reeditando aquella travesía de antaño e invocaron a la divinidad para que la paz entre ambos pueblos se mantenga permanentemente.  Junto a ello, argentinos y chilenos descubrieron sendas placas recordatorias de esta ceremonia, que quedaron adosadas al pie del monumento del Cristo Redentor.


Por otra parte, también se aprovechó de hacer un reconocimiento a varios jóvenes civiles de ambas nacionalidades que habían realizado a pie el cruce de la cordillera por los distintos pasos por donde lo hizo el Ejército Libertador.


Concluida la ceremonia, se ofreció un vino de honor y una empanada a los asistentes, antes de iniciar el descenso de la montaña.


Casi dos horas después, los jinetes estaban embarcando sus caballos en el camión para retornar al refugio de Portillo, donde se reunirían con el resto de los integrantes del club para almorzar y quedar a la espera del arribo de la columna de soldados que también venían bajando desde las alturas, a pie, rumbo a Chacabuco.


Luego del rancho de regimiento, la delegación del club fue invitada al casino de oficiales, donde junto a otros invitados se compartió un ameno cóctel, el cual sirvió, además, para acortar la espera de que aparecieran recortadas en los cerros adyacentes las figuras de los esforzados soldados que venían caminando desde Mendoza


Cerca de las 4 de la tarde y mimetizados entre la montaña, asomó la columna presidida por las banderas de ambos países y por la réplica del estandarte usado por el Ejercito Libertador.


Una hora después, eran recibidos por los propios generales Pesse y Cayetano, en medio del aplauso de todos los presentes.

A esas alturas del día el camión con los caballos estaba próximo a llegar a Santiago, en tanto que la delegación huasa también comenzaba a preparar su partida hacia la capital, dando por concluida una experiencia más que enriquecedora y que quedará inserta en los anales del club como un importante hito.


  • PALABRAS DEL CORONEL CAMILO VIDAL


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"Para nosotros es tremendamente importante haber contado acá con la presencia de Uds., porque esto, en el año 1817, no fue solamente un cruce de militares chilenos y argentinos, pues también habían huasos que se fueron incorporando a esta columna a lo largo de territorio nacional. Entonces, el hecho de haber podido contar con Uds. arriba, bajo la mirada del Cristo Redentor, ver esta representación de lo que fue hace 193 años atrás y haber contado con Uds. los huasos, que le dieron esa chilenidad y ese sabor a fiesta chilena que era lo que nosotros queríamos rememorar y revivir allá en el Cristo Redentor. Así que para nosotros ha sido muy, muy importante la participación de Uds."

"Lamentablemente no pudieron concurrir los huasos que iban a venir de Los Andes, de Putaendo, de Rinconada, pero contamos con Uds., con el Gil Letelier, que tuvo una excelente presentación, no solamente por los caballos sino también por la vestimenta típica del huaso chileno, con sus banderas chilenas flameando.  En un momento quizás dijimos ¡Huy que hace frío!, pero que bueno que había viento, para que las banderas chilenas pudieran flamear como flamearon en esa ocasión."


El coronel vidal, en otro momento de la conversación también sostuvo:
"El Club Gil Letelier tiene una estupenda amistad con el Ejército, con la Escuela Militar. Nosotros sabemos que para la Parada Militar es el Gil Letelier el que participa, pero no habíamos tenido la oportunidad, como Escuela de Montaña, de abrir esta puerta, porque ya no es una ventana sino una puerta, y las puertas de la Escuela de Montaña, tanto en Río Blanco como en Portillo, quedan absolutamente abiertas para que Uds. puedan venir cuando lo estimen conveniente."

Finalmente agregó: "Quienes realmente tiene que agradecer somos nosotros, el Ejército de Chile y la Escuela de Montaña en particular, el que Uds. hayan venido hasta acá y nos hayan acompañado."


  • DOS DÍAS DESPUÉS


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El día 4 de febrero, otra delegación del club, acompañada por algunos integrantes de la Agrupación Folclórica, llegaron hasta la Escuela de Montaña, ubicada en Guardia Vieja, para asistir a una nueva ceremonia militar, en conmemoración de la primera batalla en territorio chileno que debieron enfrentar las fuerzas de Las Heras contra los realistas.

El lugar exacto de dicha batalla está señalado con un monolito, 4 kilómetros hacia el este de la Escuela, junto a la carretera y al río Juncal.
 

Esta nueva comitiva del club estaba conformada por el presidente, Alfonso Tapia, Sergio Lizana, Humberto Muñoz, Manuel Rojas, Manuel Célis, Héctor Rodríguez y este cronista, Rafael Garetto. Junto a ellos también concurrió el Director de la Rama Folclórica, Fredy Bravo, acompañado de su esposa Karin Vilches, otras dos parejas de baile, y el Conjunto Antología Chilena que representa al club.


Luego de dejar los vehículos en los estacionamientos de la Escuela, la delegación abordó un bus especial que los condujo hasta el lugar del acto principal, en tanto que los componentes de la agrupación folclórica se quedaron para instalar parlantes, micrófonos y equipos, para lo que sería su posterior presentación.


Un toldo de grandes dimensiones, ubicado frente al monolito, cobijó a las autoridades e invitados a la ceremonia. A ambos costado de dicho monolito habían dos mástiles con las banderas chilena y argentina. Tras el monumento se ubicó la columna de soldados  que venían en viaje, separados ambos países, por un grupo de oficiales montañistas en retiro que también fueron invitados. A cada costado se encontraban gallardamente formados los estandartes de distintos regimientos y escuelas castrenses.


A este lugar llegaron delegaciones de la Escuela Militar (Santiago),  Regimiento Rancagua (Arica),  Regimiento Cazadores (Iquique), Regimiento de Caballería Husares Nº 3 (Angol), los propios "dueños de casa" del Regimiento Yungay (Los Andes) y de la Escuela de Montaña (Guardia Vieja), Regimiento Tacna (San Bernardo), entre otros. Por parte de la milicia trasandina se hicieron presentes los estandartes de distintos regimientos argentinos y que al igual que los chilenos, también estuvieron en el Cristo Redentor.



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Los oradores de este acto fueron el Alcalde de Los Andes y el Director de la Escuela de Montaña, coronel Camilo Vidal Castillo. En la ocasión también se descubrió una placa adosada al monolito que expresa: "La ciudad de Los Andes en homenaje al Ejército Libertador liderado por la fuerza binacional chileno-argentina, dejando su legado histórico a las tropas de montaña de hoy", y que fue bendecida por el capellán de la Escuela.

Después de los discursos y ya descubierta la placa, un grupo folclórico de Los Andes ofreció un esquinazo a las autoridades y público presente. Una vez finalizada esta presentación la delegación del club, volvió a abordar el bus para bajar hasta la Escuela de Montaña.

A 1.420 metros sobre el nivel del mar, entre la "Muela del Diablo", "El Refugio" y el "Nido de Cóndores", nombres que reciben los grandes cerros que rodean la Escuela de Montaña y que se ubica justo en la unión del río Juncal con el río Blanco (dando inicio al río Aconcagua), Fredy Bravo y la Agrupación Folclórica esperaban ansiosos la llegada de la gente que poco a poco fue ubicándose alrededor del gran patio. Pero antes de comenzar con la música era necesario esperar a los soldados que venían marchando desde el lugar de la ceremonia. En esta ocasión ellos serían los homenajeados.


Todo el mundo se fue a la entrada del recinto castrense para ver llegar la columna que venía precedida de una banda militar.       Cuando arribaron fueron saludados con banderas y aplausos, premiando de esta forma el enorme esfuerzo que estaban haciendo. Valga señalar que dentro de este grupo compuesto por aproximadamente 30 soldados chilenos y 30 argentinos, se podían contar varias mujeres que con su traje de camuflaje, bototos, casco y fusil, realizaron la travesía junto a sus compañeros.


  • EL HOMENAJE

not_22_cap4Una vez que todos estaban instalados, se dio inicio a la esperada ceremonia. En primer término el Club Gil Letelier ofreció un hermoso esquinazo con sus correspondientes tres pies de cueca y que fueron muy bien bailados por los integrantes de nuestra Agrupación.  Como era de esperarse la primera cueca que se entonó fue "Llega el Gil Letelier".

not_22_cap5Acto seguido, un representante del Consejo Regional de Valparaíso hizo entrega de algunos galvanos a señaladas personas que destacaron en el curso de la travesía. Entre ellos una cabo argentina y el capellán chileno (capitán) que también marchó en la columna. También recibió un galvano el propio coronel Camilo Vidal, director de la Escuela, como reconocimiento a su labor de apoyo y organizador del homenaje vivido en Guardia Vieja.

Posteriormente, volvieron a sonar las guitarras y los pañuelos se encumbraron al viento. Esta vez se invitó a bailar a militares y a parte del público. Rápidamente la gran pista se llenó de entusiastas bailarines que no escatimaron en zapateos, haciendo sed para lo que pronto vendría.

not_22_cap6Es importante destacar la gran presentación de nuestra Rama Folcórica, la prolijidad y presencia de sus bailarines, de las voces  y la instrumentación. Fue una muestra de lujo que, una vez más, saca lustre a su condición de válidos y excelentes embajadores del club. Nota 7.

Tras las cuecas y desde una gran carpa de campaña instalada como una suerte de casino, comenzaron a aparecer unas sabrosas empanadas acompañadas de vino tinto. Era el inicio de una despedida, pero a su vez era el inicio de una gran amistad nacida en las cumbres, entre el Club Gil Letelier y la Escuela de Montaña del Ejército.

Es menester agradecer desde estas líneas, en primer lugar al coronel Camilo Vidal Castillo por su extraordinaria disposición y grandes atenciones dispensadas, como asimismo al capitán Felipe Olea, quien se mantuvo atento a todas las necesidades que los integrantes del club pudieron haber tenido.

El Club Gil Letelier y el Ejército de Chile nuevamente se ven unidos por el pasado y hoy, en la Escuela de Montaña, han escrito un nuevo capítulo de historia común.

Informacion adicional

  • Reportaje de: Rafael Garetto L.

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